jueves, 9 de febrero de 2017

TEORÍA DE LA RELATIVIDAD (MATERNAL)


Hago en una semana tres entrevistas distintas. Un escultor que inaugura exposición, una pianista que saca disco y una mujer, de esas que llaman socialité, es decir, señora bien que sin ser actriz ni escritora ni tener una profesión definida sale de vez en cuando en las revistas. Entre medias, Martín se pone enfermo. O sea, que después de pasarme horas en un estudio helado a las afueras de Madrid; de un sorpresivo e increíble recital con un piano de cola Steinway; y de una casa decorada con gusto exquisito (por los siglos pretéritos) con antigüedades, terciopelos y bustos romanos, en mi pisito del Rastro me espera el Apiretal y los mocos. ¿Y qué pasa?

Nada. 

Que te haces flexible. Que con un lóbulo de tu cerebro eres capaz de pensar en cómo arrancaré el reportaje, y con el otro calculas a ver si le baja la fiebre, tendré que llevarlo al pediatra, pongamos un humidificador en su dormitorio, y el Ventolín, qué hago, ¿le aplico Ventolín?


Está claro que el trabajo no es incompatible con la maternidad. Ni con la paternidad, claro. De hecho pienso que las madres y los padres serían más felices si ambos trabajaran. Y viceversa. Los hijos son más felices si sus padres trabajan, si no están todo el día encima de ellos, si no se convierten en eso que ha dado en llamarse “madres helicóptero". 

Los niños deben tener cierto espacio para entretenerse solos, una dosis mínima de libertad fuera del alcance de sus padres. Y por otro lado, un hijo relativiza la importancia que le concedes a una discusión en la oficina, a una bronca de tu jefe o a que un tema profesional no haya salido como imaginabas. Luego llegas a casa y hay un universo entero ahí dentro a quien le importa un bledo lo que ocurra en tu trabajo. Estoy hablando de una familia, sea monoparental, de hijo único, numerosa o como queramos. La familia relativiza todo. 
Y el trabajo también. 
Se complementan. Se neutralizan. Cuando sales de la oficina estás deseando llegar a casa y olvidarte del compañero pesado que lleva toda la tarde incordiando. Pero el lunes, después del fin de semana, estás deseando mandar a tu hijo al colegio y que te deje un poco en paz y concentrarte en esas cosas de adultos. 

Solo espero que ni lo uno ni lo otro, ni poder formar un familia ni tener un puesto de trabajo, acaben convirtiéndose en un lujo en España...